RECOMENDACIÓN: Los ojos de la guerra

Para este libro no quería hacer una reseña y más que una recomendación, creo que Los ojos de la guerra debe ser lectura obligatoria para todo el que pase por una facultad de Periodismo.

El libro reúne artículos de más de 60 c0rresponsales de guerra con motivo de conmemorar la muerte de compañeros caídos en conflicto, en especial MiguelGil y Kurt Schork, muertos en una emboscada en Sierra Leona en el año 2000. Esta edición, a cargo del recientemente fallecido Manuel Leguineche y uno de los mejores fotoperiodistas de guerra, Gervasio Sánchez, reúne en 467 páginas a periodistas de la talla de Ramón Lobo, Arturo Pérez Reverte, Jon Sistiaga, Javier Espinosa, Maruja Torres o Enrique Meneses, pasando por los siempre lúcidos textos de Ryszard Kapuscinski e incluso el testimonio del desembarco de Normandía de Robert Capa. Textos que ayudan a comprender, si es que una guerra puede llegar a entenderse, o al menos que ayudan a acercarse a los conflictos armados más recientes de la historia y a menudo más olvidados, como el de Sierra Leona, Cuba, Portugal, Camboya o Vietnam (sobrecogedora la frase «No tuvimos infancias felices, pero tuvimos Vietnam).

Los ojos de la guerra es, después de la propia guerra, la mejor manera de acercarte a la verdad sobre la cobertura de conflictos armados por parte de los medios de comunicación, los testimonios directos de quienes han arriesgado sus vidas porque se conociese la verdad, porque como dijo Hiram Johnson, cuando llega una guerra, la primera víctima es la verdad, y es labor del periodista velar porque esta víctima sufra lo menos posible para hacer así que no se olvide al resto de las víctimas.

El de corresponsal de guerra es un oficio arriesgado y, como escribe Lluís Foix, «los momentos de gloria, que son pocos y efímeros, no compensan el riesgo que se corre al estar en medio de guerras y fricciones militares», pero ahí están todos esos periodistas, que incluso mienten a su madre diciéndole que es pianista en un burdel, porque es mejor que decirle que es periodista, como cuenta Enrique Meneses, atribuyendo la anécdota a uno de los padres del nuevo periodismo, Tom Wolfe. Y de la pluma de Meneses sale uno de los capítulos que más me han llamado la atención, personalmente, por ser parte de la historia viva. El corresponsal del Paris Match fue el primer periodista que permaneció en Sierra Maestra con Fidel Castro. Posteriormente fue detenido y torturado, viviendo la cara más dura del reporterismo de guerra. Y sin embargo, no perdió la fe en la profesión.

Nunca me pareció tan hermosa una profesión que nos convierte en los ojos y los oídos de millones y millones de personas que quieren saber qué sucede en el planeta. Somos las vanguardias de los historiadores. Muchos dejan la vida en esta tarea, la de mayor índice de mortandad según las estadísticas, pero siempre es más gratificante para nosotros que hacerlo en la cama de un cáncer de pulmón por culpa del tabaco.

De manera complementaria a este libro, existe una película documental con el mismo título que recoge los testimonios más sobresalientes de los reporteros que cubrieron los conflictos más importantes en los últimos años.

Llegados a este punto muchos se harán la pregunta de siempre: ¿por qué arriesgarse? ¿Vale de algo jugarse la vida por una noticia? ¿Le interesa a alguien esta noticia de gente que está sufriendo a miles de kilómetros de distancia?

La respuesta la da Ramón Lobo de una manera que es casi imposible que sea más certera:

Con el tiempo, resolví las dudas del cementerio de Vimbodí y contesté a muchas de las preguntas, porque ya sé para qué sirve este trabajo: para ver, contar y no olvidar jamás.